Definitivamente amo el terror psicológico. Y amo que el cine juegue con mi mente y mis emociones durante dos horas.
En su tiempo, no tuve la oportunidad de verla. Había escuchado recomendaciones y reseñas de ella. Ciertamente, Cloverfield, me llamó la atención pero por cuestiones del destino me perdí de verla en pantalla grande.
Sé que a la mayoría de la gente no le gusta en lo más mínimo, el cine filmado enteramente con la técnica de la cámara subjetiva. Es decir, lo que se ve en pantalla es manejado desde un punto de vista, el camarógrafo que es uno de los protagonistas de la historia. Recordemos películas como “El proyecto de la bruja de Blair” (1999) o recientemente Paranormal (2009).
Les comento que mucha gente detesta este tipo de películas porque tanto el movimiento de cámara, como la agilidad de la historia son tan violentos que provocan mareos o desesperación. Y también hay otra cuestión, es un común denominador entre estas tres: el motivo del terror, prácticamente no se visualiza; terminando en decepción pública.
Ahora permítanme explicarles el sentido o el punto de este tipo de cine que echa mano de estas técnicas, específicamente de Cloverfield: El Monstruo del director, Matt Reeves (Déjame Entrar, 2010).
Como les contaba, amo el terror psicológico. Se llama así porque la pretensión de este cine es jugar con la mente de la audiencia, sugestionarla a tal grado que sea capaz de empatar con las sensaciones de los personajes. Esto se logra con el sonido, con imágenes sutiles, con la actuación de los actores, sin enseñar al ser terrorífico, esto para estimular la imaginación, provocar que la mente trabaje a mil por hora, y dibujar en el cerebro la peor muerte, el peor incidente, el peor dolor, el peor miedo, la peor angustia, no solamente de quienes vemos en pantalla, sino también de nosotros, empezar a decir “si yo estuviera ahí…” “… yo podría hacer, correr, gritar”, así poco a poco dejarse llevar nuestra psique para que nos engañe y el corazón palpite fuerte, cual taquicardia, empezar a sudar frío, sentir que los nervios se alteran.
Créanme, todo esto y más provoca la película CLOVERFIELD. Es una gran recomendación para aquellos que no la han visto y quieren dejarse llevar por sus más profundos miedos; el verla sirve también como una especie de catarsis, al final se siente como si todo el mal que llevamos dentro lo sacáramos y nos purificáramos. En verdad hasta el alma descansa.
Cloverfield vale mucho la pena a diferencia de otras, como Paranormal, porque pese a que es netamente ciencia ficción, el guión está bien justificado, no hay huecos ni los personajes se traicionan a sí mismos como en Paranormal. Además de que todo el tiempo, a cada segundo, a cada micro segundo hay algo qué ver, un diálogo, una escapada, un momento de pánico, el monstruo. No dejan en paz al espectador, no lo dejan descansar. Es una sacudida muy fuerte.
La trama es sencilla. En Nueva York, un grupo de amigos organizan una fiesta sorpresa de despedida para Rob (Michael Dahl-David, conocido por series de Tv como NUMEROS, del 2009) quien ha sido ascendido a la vicepresidencia de la empresa para la cual trabaja por tanto debe viajar a Japón. Su mejor amigo es el encargado de documentar su despedida con cámara casera (precisamente con la que se narra la película), colectando palabras de los distintos invitados al convivio. Cuando de pronto el edificio en el que se encuentran sufre de una gran sacudida, la luz se va por un momento, todos se encuentran en shock, encienden la televisión para ver las noticias, y enterarse de cuál fue la causa, ¿a caso un terremoto? Un buque ha sido derribado en uno de los muelles cercanos. Corren hacia la azotea para lograr alcanzar a ver algo; y desde ese punto del desastre hay una gran y terrible explosión, unos proyectiles que emanan también de ahí van en dirección al edificio, corren todos despavoridos hacia la calle, inicia el caos, el pánico y el terror que plagará toda la cinta.
Desde la perspectiva de la cámara subjetiva, vemos Manhattan destruida por ese monstruo poco visible, vemos al ejército tratando de salva guardar a la ciudadanía, seres diminutos extraños atacando a la gente. Sobre todo somos testigos de la huída del grupo de cinco chicos de la fiesta, tratando de sobrevivir, de comprender lo que sucede, de la confusión de la que son víctimas, el dolor y la angustia por salir de la ciudad y no poder.
Creo que se ha convertido en una película de culto, sí, pero también mi favorita de la serie de historias que son filmadas con esta técnica. Aunque, no todo es perfecto, el guión tiene una pequeña falla: la batería de la cámara, o una de dos ¿o tiene una pila cuya energía es interminable? ¿o el cable de la extensión que conecta la cámara era kilométricamente larga? Es decir, pasan casi 12 horas y no se acaba la pila de cámara. Es un defecto del guión que se puede pasar desapercibido si lo primordial es dejarse envolver por el clima de la historia.
Recomendación para los que la vean en casa, no la vean en canal de tv porque con los comerciales le cortan el sentido y la emoción. Y dos, no coman mientras la vean, si no el dolor de “cantar Oaxaca” será peor que lo que vean en la película.
CLOVERFIELD: EL MONSTRUO
CLOVERFIELD
DIR. MATT REEVES
CON: JESSICA LUCAS, LIZZY CAPLAN, MICHAEL STAHL-DAVID
ESCRIBE: DREW GODDARD
PRODUCE: PARAMOUNT PICTURES Y BAD ROBOTPICTURES
E.U.A.
200884 MIN.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario