lunes, 12 de diciembre de 2011

LA PIEL QUE HABITO




Hace no tantos años, cuando estaba a punto de iniciar su gira mundial “Confessions Tour”, leí y escuché comentarios sobre que Madonna había declarado “soy un gay (hombre) atrapado en el cuerpo de una mujer”, en su momento este comentario causó curiosidad entre la prensa  y lo tomaron como algo gracioso pero implícitamente verdadero porque la diva y reina del pop hace, dice, opina, construye, planea, se comporta, vive con gran ímpetu, entusiasmo, optimismo, alegría, contundencia, ganas de superación,  gracias a su fuerza y aprehensión por la vida pese cualquier obstáculo , tal como lo hace un gay; que quede claro, con esto estoy dejando fuera la preferencia sexual porque cabe aclarar que la palabra gay significa todo lo que les acabo de decir etimológicamente hablando basándome en el origen sajón, ya que se refiere a un modismo para decir que  toda persona sin importar género, edad, condición social ni ideologías políticas o religiosas que vean la vida de esa manera positiva son gays.

Desgraciadamente para el mundo, pareciera que los homosexuales son los únicos que se comportan así, por tanto el resto de la sociedad tilda a todo este sector de la población mundial como “gays”, siendo que todos, los 7 mil millones del mundo podemos serlo, porque GAY es una actitud, no una preferencia. Qué diferente y más agradable sería este mundo si todos tomáramos por el lado amable nuestra vida y la de los demás. Pero circunstancias y naturalezas humanas lo impiden y este ya es otro tema aún más complejo y complicado de plasmar en pocas líneas que además no compete a lo que a continuación les quiero seguir narrando.
Bueno, ¿a qué voy con todo esto? Lo anterior es una anécdota que recordé cuando fui a ver la nueva y más reciente cinta del director español Pedro Almodóvar “La Piel que Habito”. Asociación de ideas. Haciendo un recuento de toda su filmografía, el argumento primordial en sus películas es la de un macho (con todas las fortalezas  debilidades que impliquen) atrapado en el cuerpo de una mujer, ya que Almodóvar retrata a sus mujeres como verdaderos machos, son fuertes, altivas, reacias, que no admiten un no, nada sumisas, nada cursis, grandes matriarcas, con decisiones propias, con alta capacidad de reacción a cualquier adversidad,  con una visión muy clara de lo que desean, dispuestas a enfrentarse a los hombres o a las de su mismo género pero lleno de matices femeninos como la delicadeza de su apariencia, las actividades domésticas socialmente aceptadas, las miradas tiernas y románticas, sus vestimentas tan sutil pero lleno de una femineidad a flor de piel; pero las historias de este español no se quedan aquí sino como protagónicos o coprotagónicos ha puesto estos machos atrapados en mujeres y a su vez éstas mismas atrapadas en el cuerpo de un hombre.
La Piel que Habito va también en este tenor. No puedo decirles mucho de la historia porque tiene varias “vueltas de tuerca” casi desde el inicio, aunque para aquellos que ya han leído el libro ya saben el hilo conductor de la trama, de qué trata y cómo termina, estoy seguro además que no les gustó nada la adaptación porque le quita mucha de la esencia de los dos personajes protagónicos, así como sus pensamientos, sus conductas y por consecuencia sus actos.

Lo que sí puedo relatarles es que trata de Robert, un cirujano estético interpretado por un ya muy notorio maduro Antonio Banderas, quien está obsesionado con el recuerdo e imagen de su esposa muerta. Robert  o Berto como le dicen también, tiene una paciente, Vera (Elena Anaya), con ella ha aplicado algunos experimentos que permitiría el avance científico en el rubro de la estética humana femenina, concretamente en la creación de piel pero violando algunos códigos éticos y legales de la medicina. Lo curioso aquí es que Vera es extremadamente parecida a la esposa, entonces esa obsesión va a ir cambiando poco a poco en otra cosa, tanto que quebrantará la prohibición que se impuso para sí de acercarse a ella.

Ciertamente, el final queda un tanto hueco, independientemente si el director lo haya cambiado; pero aún así SU final para mi quedó cojo, se supone que es un final abierto para que cada quien decidamos qué pasó posteriormente, pero lo que me hizo falta es aquello que nos enriquece como seres humanos, nuestros pensamientos, nuestras reflexiones, análisis y distinciones en la vida, junto con las emociones y sentimientos que finalmente son quienes nos empujan a hacer algo que muchas veces ni nos imaginarnos que seamos capaces de afrontar o aceptar en un futuro. Nada de esto hay; lo que sí es un thriller de intriga y misterio que nos deja al filo de la butaca por querer saber más o cómo podrá escapar Vera del encierro en el que se encuentra, tanto física como psicológica.

Es aquí donde regreso al tema con el que inicié: lo que nos define como personas, como individuos es lo que somos no lo que hacemos, en otras palabras, la actitud ante la vida, porque lo que somos es lo que repercutirá sobre los demás, ultimadamente a nadie le debe importar lo que hagamos porque aquí el afectado es uno mismo. Entonces porque que nos esforcemos por cambiar la forma de ser de alguien estamos violando su derecho individual de ser, como consecuencia los odios, los malestares, los rencores, las guerras.

Si soy buen hijo, hermano y amigo, si soy alegre, excelente trabajador, buen conversador, ¿a quién le importa si me dejo el cabello largo o corto? ¿Si tengo sexo o no antes del matrimonio? ¿si me pongo tenis con un traje para la fiesta? ¿si me caso con alguien que “no me conviene”? A ver, díganme ¿a quién le importa? Si el único que se verá mal o bien, si el que pagará las consecuencias buenas o malas, soy solamente yo. Claro, aquí vienen otros factores, la ética, la moral, las normas sociales correspondientes a cada lugar y momento, que si violamos todo ello la gente se sentirá agredida y si nos sujetamos a lo único que uno piensa sin importar los demás a eso se le llama egoísmo.
¿Pero qué tal cuando esas reglas sociales transgreden nuestro ser, o sea, nuestro derecho a sentir, pensar o emocionar como nos plazca para estar en paz con nosotros mismos? Obviamente que la forma de conducirnos por la vida no será la mejor ni para los demás ni para uno mismo. Si a un hombre se le prohíbe enamorarse de otro hombre cuando su sentir dicta lo contrario, sus emociones lo empujarán a hacerlo clandestinamente, de maneras poco adecuadas y con personas de dudoso proceder si es que no tiene la madurez suficiente para visualizar el peligro que pueda correr, como drogas, relaciones enfermizas, contagio de enfermedades, etcétera. Y es aquí cuando la sociedad entra, señala y juzga, cuando gracias a sus reglas pasan estas cosas. Pero las reglas deben existir para tener un control sobre el comportamiento social sino imagínense el caos que habría. Pareciera que me contradigo pero no. Lo que sucede que todos estamos inmersos en una gran paradoja en forma de espiral del cual nunca saldremos porque es el camino por donde la humanidad va escribiendo su propia historia, y como individuos vamos experimentando nuevas formas de vivir, de ser y hacer empujando a los demás a adaptarnos unos a otros erigiendo nuevas reglas o normas sociales.


El punto es, si no quieren que gente extraña viva dentro de ustedes, como una mujer dentro de un hombre, un niño dentro de un hombre, un hombre dentro de una mujer, una mujer dentro de otra, etc., etc., entonces dejémonos de payasadas, porque esto no existe, sino más bien es una manera de explicar lo que la gente  juzga sin poder entender. O sea no puede haber un heterosexual que ame los musicales porque “eso es jotería”; no puede haber un futbolista gay porque es juego de “hombres no para maricas”, no puede haber un artista pop que le guste el metal porque no se llevan esos géneros. No seamos “mamones” los gustos son extensos y son para todos sin excepción.
Eso de que alguien vive dentro de mí es puras tonterías para justificar algún gusto culposo y evitar que los demás nos  juzguen por cosas sin sentido a veces hasta inventadas. ¿Para qué benditos santos peleamos con la gente por hacerlos cambiar si no lo harán? Mejor, insisto, conozcamos, observemos y escuchemos, si aún así no nos parece, pues respetemos  y cortemos de tajo a ese algo o alguien distinto a nosotros e involucrémonos con gente afín.
Esto provocará algo bonito, la armonía, entre cada uno de los miembros de nuestra propia familia directa en línea ascendente o descendente, y verán como ese “gayismo” como yo le llamo a la actitud que al inicio les comentaba, se irá contagiando por todas partes, contribuyendo a que este sea un mundo mejor.


LA PIEL QUE HABITO
DIR. PEDRO ALMODÓVAR
GUIÓN: PEDRO ALMODÓVAR, AGUSTÍN ALMODÓVAR
CON: ANTONIO BANDERAS, ELENA AMAYA, MARISA PAREDES
PRODUCE: EL DESEO S.A., CANAL+ ESPAÑA
ESPAÑA, 2011
120 MIN.

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