Lo confieso: SOY UN COYÓN en este tipo de cine de TERROR. La verdad es que sí le" sacateo", prefiero darles la vuelta. Pero cuando una cinta de este tipo trae consigo tan buenos comentarios y buena reputación por lo que sea, actuaciones, efectos, el director, etcétera, pues me tomo unos tragos, me armo de valor y voy dispuesto a morirme de pánico.
Aunque sea un miedoso para estas cosas, aún así AMO las películas donde se dedican a manipular la mente del espectador, a jugar con los sentimientos del público, a tal grado que se atreva a estrujar el alma y el corazón de la gente. En sí amo las cintas donde impera el misterio, provocando temor por lo desconocido, por lo que se sabe que hay algo ahí, pero que no se alcanza a distinguir. El factor sorpresa es muy importante para las historias de MIEDO, pero pocos saben emplearlo, y en EL CONJURO, el director JAMES WAN (mismo de EL JUEGO MACABRO), sabe el momento exacto y la manera de colocarlo. Bravo por esto.
Tanta fue la sorpresa que empleó WAN, que sorpresa fue la mía cuando me estaba dando cuenta que no me apaniqué como me habían contado y prometido. No brinqué, no grité, y SÍ PUDE DORMIR, como pocos pudieron hacerlo después de ver la película. Lo que sí me sucedió fue si logró tensarme, ponerme tan nervioso y sudar un poco. Pero el colmo fue que la escena en donde el ente maligno le jala la pierna a una des las niñas mientras dormía me impresionó. ¿Por qué? Pues debido a que algo parecido me sucedió hace unos meses.
Era poco más de media noche. Estaba en la sala viendo televisión, pero el sueño empezó a invadirme. Así que decidí irme a la cama. Apagué el aparato, apagué la luz, el único rayo que prevaleció fue el de el alumbrado público. Dí un par de paso rumbo a la recámara cuando escuché ruidos peculiares fuera, regresé a la ventana de la calle, me asomé, pero la calle estaba solitaria y placentera. Entonces fui hacia la recámara, me puse mi pijama, apagué la luz, entonces el primer sobre salto, divisé una sombra, una silueta estaba al pie de la cama, de pie, rápido volví a prender la luz. No había nada extraña o fuera de lugar. Apagué la luz y me acosté. Cuando ya estaba pasando al mundo de los sueños, una mano tomó mi tobillo, me lo presionó y me agitó le pie. Al instante abrí los ojos, grité y encendí la luz. Mi corazón estaba latiendo a mil por hora, no podía pasar saliva por que mis testículos los tenia en la garganta. El miedo me aprisionó.
La historia es sencilla, llena de clichés del cine de terror, basados en otras cintas clásicas como El Exorcista, pero a su favor de EL CONJURO, es que el director sabe colocar atinadamente cada estereotipo para hacerlo parecer original y crear un ambiente de misterio, lúgubre, de miedo.
Por cuestiones de la vida, la familia PERRON, se muda a una casa vieja, barata, apartada de todo. Poco a poco van experimentado ciertas situaciones paranormales que se acrecentan tanto que la madre Perron, (LILI TAYLOR) va en busca por los investigadores de lo paranormal, los esposos WARREN (Patrick Wilson y Vera Farmiga), como tales se dedican a recabar pruebas tangibles para mostarlas a la iglesia y así accedan a realizar un exorcismo a la casa.
Cabe destacar que las actuaciones de todos son muy creíbles. Esto es importante porque a través de ellos proyectarán y contagiarán al público la angustia, el miedo, la preocupación, el terror, la fuerza, la devastación. Pero pongan especial atención a VERA FARMIGA como la médium Lorraine Warren y a LILI TAYLOR, la adorable y dedicada madre y ama de casa que por sobre todo protegerá a sus cinco hijas y esposo.
EL CONJURO es una cinta que maneja muy bien el miedo, no es para nada pretenciosa, he ahí su valía, porque es honesta, no pretender ofrecer cosas nuevas, pero sí de calidad y maestría. Más que nada ofrecer un buen rato de sobre saltos y mantenernos a todos al filo de la navaja o del asiento. Lo logra bastante bien.
(THE CONJURING)
DIR. JAMES WAN
ESCRIBE: CHAD HAYES Y CAREY HAYES
CON: LILI TAYLOR, VERA FARMIGA, PATRICK WILSON, RON LIVINGSTON
PRODUCE: NEW LINE CINEMA, SAFRAN COMPANY
EUA, 2013
112 MIN.
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